Hoy nos propone Mónica realizar un texto a partir de palabras al azar, eligiendo aquellas que nos sugieran algo.
He elegido "Ninfa en los muros", (en este caso, la palabra "ninfa" tiene el significado de insecto)
En el blog de nuestra compañera Mónica encontraréis las demás participaciones:
https://neogeminis.blogspot.com/
LA NINFA EN EL MURO
Desde el orificio
subterráneo contempló el vuelo de un grupo de efímeras en su
ritual de cortejo. Batían el aire con sólo un fin; amarse y morir.
Antes habían sido ninfas engendradas en la tibieza del agua. Fueron
obedeciendo las reglas de la vida y mudaron su piel una y otra vez
hasta llegar a un cielo ignoto y placentero.
A Micaela se le
ofrecía la escena como un flautín haciendo tirabuzones en sus
lágrimas. Pensaba en sus efímeros quince años; y en su inminente muerte, a dentelladas de fuego en la hoguera, que para ella preparaban ya las
tristes y deformes almas que la llamaban bruja.
Imaginaba el fuego
iracundo llegando hacia ella con ansia de flores nuevas: su piel, entregada y traicionada, y todo lo
que habían dado sus manos, curando a la gente. Llevaba estremecida
muchas horas, sudaba la furia de aquellos hombres. Escuchó el hálito
curioso de un perro que merodeaba cerca, y luego, el estridente
raspado en el cielo de un gallo afónico. Imaginaba afuera la mano tierna y diligente que amasaba un pan, o cómo crujirían alocadas y
bulliciosas las hojas secas bajo las patas sin sonido de un gato
malhumorado. Cuando te van a matar, la vida cobra dimensiones
gigantescas y te salpica más y más con sus mares de belleza. Pensó
en el don extraordinario que se le había concedido al nacer: sólo observando obtenía el
secreto oculto de cada ser, el intricado laberinto que le daba sentido y lo hacía posible; por ello pudo aprender rápidamente
el arte de sanar hasta ser la niña de todos y para todos. Sin
embargo, era incapaz de comprender el porqué de ese odio atroz que la lanzaba a las llamas.
Descubrió frente a
ella, en el ennegrecido y húmedo muro, una ninfa de efímera. Sin darse
cuenta, le decía: ¿Qué haces ahí todavía?, ¿tienes miedo?,
¿por qué no vuelas ya como las otras?
La sentía
vulnerable, diminuta, fragilísima, exactamente igual que ella,
atrapada y sola en una fría pared, a merced de los brazos del terror.
Ya salían los
primeros rayos solares. Pronto vendrían a por ella.
No encuentro mi
poder, se decía. Estoy abandonada. No. Concéntrate. Piensa.
Observa… Pero la luz me distrae, quiero gritar; no comprendo el porqué de todo esto.
No importa. Ese porqué no te pertenece. Vuelve a tu mundo ¡ya!, se escuchaba decirse...
Afuera,
un labrador pasaba, cantando una vieja tonada popular. La vida me
abandona (seguía pensando en su lucha interior). Concéntrate; se
volvía a decir a sí misma, como las efímeras lo están, sólo
centradas en su vuelo. Sentía un frío extremo para poder pensar. Pero con el esfuerzo que sólo la desesperación regala, empezó a sentirse alienada con su
verdadero propósito. Miraba la ninfa como un dibujo sobre la pared, repleto de símbolos. Concéntrate. No. Duele. No importa.
Más. Qué dolor… Tú sabes que es así (se hablaba casi dándose
órdenes). ¡Sigue, sigue, es la ley…!
Estaba creciendo
tanto por dentro que pensaba que iba a estallar. Gritó
desde las entrañas, como gritaría la madre tierra al parir la
primera célula que dio origen a toda la evolución… Y luego, la
paz tomó la forma de su verdadero cuerpo. Cesó todo el dolor. Se
parió a sí misma. Y volaba...
Cuando llegaron los
carceleros encontraron el cuerpo semitraslúcido de una hermosa
muchacha, completamente vacío por dentro. Y a sus pies, la cáscara
de una pequeña ninfa de río. Sin duda, pensaron los hombres,
es una bruja. Una bruja extraordinaria.