Pintura de Denis Sarazhin
OTROS JUEGOS
Javi y Nuria dejaron bruscamente de jugar. La cortina de la ventana se había levantado como impulsada por el viento. Olía a gominola de arándanos. Se acercaron. Vieron una mujer gigante que volaba frente a ellos envuelta en sedas del color de un atardecer. Sus ojos parecían los de una yegua maternal y plácida. Les ofreció su gran mano abierta y ellos no pudieron evitar darles sus pequeñas manitas. Era irresistible la simpatía que emanaba de aquella criatura. Fueron llevados a un sitio hecho de pensamientos de colores, donde vieron a su perro, muerto hacía tiempo. Estuvieron en una escuela muy distinta a la que conocían y pasaron varios siglos aprendiendo.
Cuando la cortina dejó de moverse, la madre los encontró un poco aturdidos, en el suelo del cuarto, con las fichas del parchís esparcidas por la alfombra.
Ellos miraron a su madre. Ya no sabían seguir jugando. Habían crecido de pronto. Tenían cuerpo de niños pero su mente era de adultos; adultos muy poderosos.
Pero tuvieron que disimular durante años y guardar su secreto, hasta que no pudieron evitar hacerse muy altos y echar a volar y buscar a otros niños que dejaran bruscamente sus juegos para conocer mundos... hechos del color del pensamiento.
¡Qué decirte, amiga mía, si no es que me ha encantado el relato o cuento. Esa frescura, esa naturalidad escribiendo, esa manera prodigiosa de acercarte a quien te lee, todo ello enmarcado en la belleza donde bucea el mejor arte literario...
ResponderEliminarMe encantó.
Fuerte abrazo, amiga volarela.
Mil gracias por tus palabras; me las guardo para alentarme a seguir escribiendo.
EliminarUn fuerte abrazo! :)
Es genial volver a tu casa y encontrarme con este relato tan dulce amiga. Dejar la niñez para volverse adulto nos hace guardar secretos que a veces nos obligan a volar sin rumbo en el momento menos esperado...
ResponderEliminarBesos mil, dulce amiga.
Dulces son los ojos que me leen.
EliminarGracias, amiga, por tus palabras y tu cálida acogida.
Besos mil :)